
La fuente pública de Portaferrissa
La vida cerca de una de las entradas más famosas de Barcelona
La ciudad donde vivo está llena de historias y curiosidades pero no siempre es fácil detenerse en los detalles. Este artículo se centra en algunos rincones que a menudo pasan desapercibidos para la mirada distraída de los transeúntes.
La Fuente de Portaferrissa es la primera de una breve serie de relatos centrados en las fuentes públicas presentes en el centro de Barcelona, testigos de un pasado milenario.
Una esquina al margen
La escasa afluencia de turistas ya no abarrota las calles del centro y el espacio entre transeúntes da aliento a esos lugares de la ciudad que muchas veces quedan escondidos y asfixiados por el enjambre de turistas o grupos de veraneantes siempre con prisa y tarde.
Salgo de casa, para entrar en el Barrio Gótico, cruzo la Rambla y exclamo en mi interior: «¡Qué cuadro tan bonito! ¡Además, sobre cerámica! ¿Quién lo hizo y por qué?» Estas son las preguntas que me asaltaron cuando vi una obra de arte, casi escondida como decoración, de una fuente pública en una esquina de la calle de Portaferrissa. Diseñado en 1959 por el ceramista Joan Baptista Guivernau, el cuadro representa una escena de la vida cerca de una de las puertas de la ciudad del siglo XVIII.
Agua para la ciudad
Hoy en día, la mayoría de las fuentes públicas no se utilizan mucho, pero antes era muy diferente. Además de ser el principal medio de suministro de agua, a menudo se convertían en un lugar de encuentro para amas de casa, sirvientes, transeúntes y trabajadores. En resumen, ¡había vida social cerca de una fuente! El de Portaferrissa obviamente no se quedó atrás.
El origen de la fuente
En 1604 esta fuente estaba al otro lado de la Rambla. Luego, en 1680, el rector del colegio jesuita de Belén solicitó su traslado para permitir la construcción de una nueva capilla. El proyecto fue aprobado tras un acuerdo para encontrar una nueva ubicación para la fuente. Así fue que fue trasladada e instalada junto a una de las imponentes torres presentes hasta el siglo XIX en Portaferrissa.
Vida y curiosidades del pasado
Portaferrissa significa puerta de hierro. Además de las torres de vigilancia, la entrada a la calle, que conducía directamente a la catedral, estaba protegida por una puerta de hierro forjado similar a una barandilla. La entrada estaba llena de vida. Los transeúntes entraban y salían de esta puerta, mezclándose con los carros y los comerciantes enfocados a vender sus productos. No era infrecuente que a menudo surgieran aglomeraciones y refriegas. Para evitar engaños o malentendidos, en esta puerta se instaló la «cana». Se trata de una unidad de medida, también conocida en el norte de Italia, utilizada principalmente en tejidos y cuerdas. En Barcelona la cana equivalía a 1.555 metros mientras que en otras ciudades o regiones asumía valores diferentes. De esta forma, no se puede evitar imaginar momentos de confusión u orden público en la compra y venta de lonas y cuerdas. Si el hacinamiento como muestra la representación, se hizo evidente una vez colocada la fuente justo al lado de una de las torres, el caos y la vida social aumentaron aún más. En consecuencia, los puestos de venta de anís, utilizados para refrescar las gargantas sedientas, se vieron obligados a cerrar por ser abusivos y problemáticos para la circulación regular de mercancías y transeúntes.
Hoy
En el siglo XIX, con el proyecto de ampliación de la ciudad, se demolieron las torres de defensa y las murallas circundantes. Solo la fuente y la pintura dan testimonio de la vida pasada del siglo XVIII, representando un escenario de la vida cotidiana lleno de vida, riñas y actividades comerciales muy diferente a la actual. Amas de casa discutiendo entre sí, jóvenes jugando con un perro y comerciantes ocupados. Todo bajo la visión de gendarme perplejo en un puesto de guardia a la entrada de la puerta.
Me quedo mirando la fuente pública de Portaferrissa con ojo curioso, imaginando la vida de aquella época que, gracias a un truco fotográfico, puedo comparar sacando una sonrisa.
¡Es tarde, tengo que ir al centro!
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Marco Pachiega