Trekking a la bahía de Albarca

Perdido en la costa norte, un antiguo camino da testimonio de la vida sencilla de antaño

En el artículo anterior hablé de la sorpresa al admirar la bahía de Albarca con sus extravagantes formas expuestas a la fuerza de los elementos. Aquí no hay playas, solo rocas y acantilados con vistas al mar.

Mi curiosidad, sin embargo, no termina frente al magnífico puente de piedra, sino que me empuja a explorar toda su costa. Así que decido abrirme paso entre las rocas y los pocos arbustos para alcanzarlos y bordearlos donde el mar rompe sus olas contra las rocas.

Trekking entre rocas

Con ojo agudo y cautela, bajo abriéndome paso entre piedras de varios tamaños, ¡algunas realmente impresionantes!

Trekking a la bahía de Albarca

Camino tranquilamente disfrutando del paisaje. Se puede ver un pequeño sendero. Pasos tímidos se arrastran entre las paredes escarpadas a mi izquierda y las olas del mar que se abren paso brutalmente entre salpicaduras y rugidos a mi derecha.

Entre las piedras veo señales de actividad pasada. Un recipiente hecho con ladrillos para recoger agua, una barra de hierro y restos de tablas de madera dan testimonio de la presencia de los famosos «embarcaderos». Las casitas donde los pescadores guardaban las típicas embarcaciones tras una dura jornada de pesca. Hoy no hay nada aquí. Quién sabe que un deslizamiento de tierra o la fuerza misma del mar lo ha destruido todo, dejando solo leves pistas.

Trekking a la bahía de Albarca

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Casi llego al otro lado de la bahía pero el camino, ahora muy despejado aunque estrecho, se desvía por una pared empinada. No me dejan seguir y casi tengo que trepar entre arbustos y ramas siguiendo el camino apenas marcado.

A medida que continúo, sigo viendo muros de contención de piedra desnuda e incluso una casa de piedra abandonada. Una estructura pequeña y humilde. ¿De quién era? ¿Quién vivió en este lugar remoto y aislado? Pero las sorpresas no terminan cuando subo la pendiente.

Mientras camino, me acerco a una pared de roca blanca que domina amenazadoramente. Pensando en lo difícil que será subir hasta el punto más alto, de repente me encuentro ante la solución al problema. Una imagen difícil de creer es cierta, si no fuera por el hecho de que está hecha de piedra dura y sólida.

Una escalinata formada por rocas bien masificadas garantiza el acceso al último tramo del camino. Vacilo un poco, valorando la solidez del notable trabajo. No hay otra forma que subir los escalones. Al final, resulta ser un paso bastante simple siempre que no mire hacia abajo mientras estoy a la mitad.

La vegetación no facilita la progresión, pero al mismo tiempo sigo observando paredes y escalinatas excavadas en la roca. Prueba definitiva de que una vez el hombre vino aquí no solo para admirar el panorama sino para vivir allí todos los días.

Trekking a la bahía de Albarca

Una bahía hostil pero rica

El viento fresco se vuelve más suave, el calor toma su lugar haciéndome sudar mucho a pesar de la sombra que ofrecen los pinos y arbustos. Con los tobillos llenos de cicatrices finalmente llego a la cima del acantilado. La cabeza deja de explorar el cielo y el camino verticalmente. Descanso un poco, reflexionando sobre el viaje que acabo de terminar.

La caminata hasta la bahía de Albarca resultó salvaje, casi prehistórica. Al mismo tiempo, sin embargo, las señales y huellas dejadas sugieren que incluso aquí el hombre se adaptó a las condiciones del paisaje y del mar, sacando de él un humilde sustento.

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Marco Pachiega